jueves, 8 de octubre de 2009

La cara oculta - Capítulo 1


Al Exilio


Distrito 32, Torreón 27

Una noche estrellada como pocas.
Una noche de luz para el nacimiento de el nieto del Alto mando de los Selesnya.
Dos sombras corren por las corruptas avenidas de los Golgari, entre fango e infección. Aquella misma noche la hija de uno de los miembros del Cónclave fue asesinada por un pútrido en su lecho. Ese traidor era mi padre y la desafortunada, la elfa que aun en sueños llamo mamá.

“A mi sombra se hacían cosas terribles”, decía todo el mundo.
“Cuando cierras los ojos puedes, no volverlos a abrir jamás”, decía mi conciencia. Pero alguien los cerró antes que yo.
Padre siempre me había tratado de forma diferente a los demás. Decía que yo era la esencia de un pasado, la flor del presente y el poder del futuro.
Nunca entendí sus juegos de palabras con los que parece, lo pasaba bien.


Mi pasado es un pasado de sombra. El presente no iba a ser diferente, solo que me aseguro de que así sea.
A decir verdad no recuerdo nada sobre mis primeros años de vida, lo último que recuerdo es aquella noche donde los gritos de mi hermano inundaban las vacías calles de una inmensa ciudad, mientras las dos sombras corrían aprisa
Una brecha se abrió frente las figuras.



Gran altar de Durks, La Gran Biblioteca

Durante dieciocho, dieciocho largas décadas, he estado viviendo ante la desconfianza de todo aquel que veía que a mí se acercaba.
Mi padre a su vez parecía que enloquecía ante su propia magia, provocando la marchitación de un todo que al final se convirtió en la nada he hoy veo desde mi ventanal.

Según explicó, ya había estado en aquel lugar en otro tiempo, antes de incluso nacer yo. Quería un mundo adaptado a él y abandonar las calles donde creció, ignorado o despreciado por muchos. Siempre decía que tendría que haber nacido barón. Siempre me tutoreó como si lo fuera pero necesitaba un elfo para cumplir su plan.
Creo que el motivo de su exilio y su comportamiento fue que ese barón al que llamaron Jarf no era el prototipo que tenía de su hijo.

Durante los últimos años de su vida fue desarrollando el lado élfico que nunca tuve. En los años que conviví con él trató con las gentes a las que yo ignoraba, temerosa. Era su bondad lo que hacía crecer la ira en mi padre. Era como su madre, y no merecía otro destino mejor solía repetirse.
Agallas le faltaron y simplemente abandonó el lugar conmigo como hicimos dieciocho décadas antes, como hace dieciocho largas décadas.

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